miércoles, 9 de junio de 2010

Una historia espiritual no es "filosofía", oiga

Tengo un conocido en Internet, Francisco Agenjo que es una excelentísima persona. Quizás lo único que le pueda criticar es un exceso de buenrrollismo a la hora de pensar en la bondad del ser humano y su forma de despreciar, sin saberlo, los grandes avances del pensamiento humano. Tiene una serie de blogs, igual que yo, pero uno de ellos es muy interesante: se llama Diseñando la singularidad.

Pues bien, ha redactado una entrada recordando la serie de televisión Doctor en Alaska, en la que habla de la filosofía inherente que destila la misma. Pues bien, es aquí donde se equivoca. Esta serie está imbuída de espiritualidad y pensamientos profundos, no de lógica.

No confundamos filosofía con pensamientos profundos... La filosofía es el estudio lógico de las explicaciones de las cosas que pasan a nuestro alrededor. Es una metaciencia, ya que sin ella no existirían ni la matemática ni el método científico.

Los pensamientos profundos, espirituales, no son filosofía. Incluso los epicúreos, que son los que buscan la felicidad, lo que hacen es sistematizar de forma lógica los pasos que has de cumplir para conseguirlo. O preguntarse por qué el exceso de hedonismo puede ser malo para la felicidad y viceversa.

El caso es que se confunde, como ocurre en Matrix, a una historia con mucha carga espiritual con algo "filosófico". Aparte de que la gente tiene un concepto muy extraño de lo que es la filosofía (piensan más en mitos que en lógica), yo creo que es por la tremenda necesidad que tiene el ser humano -independientemente de los tiempos que corran- de tener unas referencias que tranquilicen su espíritu.

Un espíritu que es por naturaleza insaciable. Algunos seres humanos llevan muy bien ese aspecto: son aventureros, arriesgados, avanzados, no paran nunca. Suelen ser los más espirituales de todos porque han conseguido ver ciertas cuestiones que les permiten conocerse a sí mismos y al mundo que les rodea. Con lo cual, asumiendo su insaciabilidad de experiencias, quieren experimentarlas. Son los aventureros, los investigadores, las grandes personas.

Otros son temerarios, ansiosos, necesitados de experiencias, los verdaderamente insaciables. No tienen miedo a la experiencia, tienen pavor a quedarse quietos. Estos suelen ser los más afectados por la falta de espiritualidad, por el vacío, porque no sólo no se conocen sino que además no quieren conocerse. Son los compradores compulsivos, los adictos al sexo, los ricos necesitados.

Los hay conservadores, tranquilos, pensativos. No necesitan más que pequeñas experiencias para llenarse. Pueden ser muy espirituales, pero en el caso contrario de los primeros, son mucho más introvertidos. Estos se dedican a filosofar, a jugar con la mente. Son los inteligentes, los científicos, los contables.

Los hay temerosos, mezquinos, envidiosos. Son beligerantes ante lo nuevo que no controlen. Son muy poco espirituales, aunque como son mezquinos y temerosos suelen ampararse detrás de dogmas (sean religiosos o sociales). Quieren mantener su estátus como sea. Son los acomodados, los demagogos, los charlatanes, los amargados.

Y todo eso es cuestión de espiritualidad, de pensamientos profundos. La filosofía, en todo caso, lo que haría es axiomatizar con la lógica lo que acabo de decir. ¿Por qué se produce esto? La espiritualidad lo que hace es compartir la experiencia. La ciencia comprobar cómo ocurre y si es con asiduidad para archivarlo como teoría. La religión, dogmatizar para calmar los miedos de la gente.

Todas las cuatro posibilidades, tanto de hombres como de prácticas son buenas en sí mismas y pueden producir resultados nefastos. Es cuestión de lógica y de conocer el Principio de Pareto. Pero en algo sí que estoy de acuerdo con mi conocido. La filosofía y la ciencia no ofrecen la "esencia de vida" que sí que transmite esa serie de televisión.

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