Estos días he estado yendo de
genocidio judío por los bares de León con mi amiga
Miss Sybarite. Así de claro, ya he
matado más de una decena de judíos y no tengo ningún sentimiento de culpa. Es más, algunos han estado muy sabrosos.
En León existe una peculiar bebida llamada limonada, que no tiene que ver con el refresco, sino que se hace con vino tinto, limones y canela en rama
esa es la receta tradicional, pero otros le echan frutas variadas que hacen que parezca zurracapote, que no hay que confundir con la sangría. El problema es que incluso en León te encuentras bares, incluso de reconocido prestigio, que te sirven
sangría embotellada en vez de la bebida típica de la Semana Santa Leonesa. Por supuesto, resulta horrible al paladar de un leonés que espera trasegar limonada, cuyo sabor es bien distinto.
La limonada leonesa se bebe sólo en Semana Santa (en realidad, semanas antes y semanas después, hasta que se acaba). Hace años los bares la elaboraban de forma casera, pero esta tontería que tenemos hoy en día por la sanidad excesiva
y luego se extrañan de que la gente sea cada vez más alérgica y tenga enfermedades extrañas después de tomarse conservantes, colorantes y cosas más raras que nadie sabe lo que son ha provocado que se compre hecha. Algunos, al menos, aportan algo a esa base para hacerla más rica y que no sepa a rayos.
El caso es que la tradición dice a los leoneses que el acto de tomar una limonada supone la muerte de un judío. Todo provocado por la creencia religiosa de que fueron los judíos quienes crucificaron a Jesucristo. Olvidando, por supuesto, que Jesús era judío. Hay varias explicaciones, pero casi todas están en la
Wikipedia. Ni qué decir tiene que la expresión
matar judíos es totalmente inofensiva y para la mayoría de la gente totalmente inocente y exenta de motivos xenófobos. Es lo que aquí se ha dicho toda la vida como chanza para rebajar la religiosidad de la Semana Santa, como cuenta
Victoriano Crémer.
Sin embargo no debemos olvidar que en su tiempo la expresión no era tan inocente y que, por desgracia, los curas eran los que propagaban esa idea con sus sermones (eran otros tiempos, qué le vamos a hacer). De todas maneras, lo que no es comprensible es que otros en plan ofendido vengan a decirnos que los leoneses somos
poco menos que nazis. Quizás es que es muy fácil criticar desde el desconocimiento del sentimiento verdadero de los leoneses al respecto de los judíos cuando se utiliza esta expresión. Os aseguro que hoy en día ningún leonés piensa en hacer daño a nadie, sea de la religión que sea. Cuando va a
matar judíos, sólo piensa en tomarse una rica limonada con su tapita. Otra cosa es que, como en todos los lugares del mundo, existan personas xenófobas, que en León las hay sin duda. Pero, señores de Tarbut Sefarad, la generalización es mal camino para comprender a los demás... y más lo deberían saber ustedes que la sufren con consecuencias nefastas.
Y sí, yo seguiré yéndome de
genocidio judío y
matando judíos probando la limonada de cada bar. Y deseando que a toda gente de bien, sea judía, cristiana, musulmana o de la
religión Jedi y ya puestos del pastafarismo, la vida le resulte feliz. Y que la gente de mal, sea de la religión que sea, desaparezca de la faz de la tierra.
Y, por supuesto, defendiendo que la limonada se hace sólo con vino, canela en rama y muchos limones en rodajas. ¡Y que los zurracapotes varios desaparezcan de las barras de los bares! Y es que soy un talibán de la limonada, qué le voy a hacer.
Limonada de León, la de toda la vida, con sus ingredientes tradicionales